NUESTRA HISTORIA
(Segunda Parte)
I
Luego de llamar avisándole a mi suegro y escuchar su grito desgarrador pidiéndole a mi suegra que abriera el portón para sacar el auto, con Paulina tomamos nuestros abrigos y corrimos por la calle; debíamos ganar algo de tiempo. No pasaron muchos minutos cuando ellos nos encontraron y enfilamos rumbo a la clínica Indisa.
Casi nadie habló en el trayecto, en cada uno de nosotros brotaban lágrimas de preocupación e incertidumbre sin saber con lo que nos encontraríamos. El viaje y los semáforos eran eternos. Cuando pasábamos Estación Central le pedimos a una patrulla que nos escoltaran para llegar lo más pronto al hospital, sin embargo, se negaron a hacerlo argumentando que sólo podían moverse en este cuadrante.
Finalmente llegamos a la clínica, con Paulina descendimos del auto y sin importar nada corrimos por los pasillos en busca del ascensor que nos llevaría al sexto piso. Una vez ahí, mi señora gritó por nuestro hijo
- ¡Quiero verlo! ¿Qué pasó! – exclamó
Las paramédicos al vernos llegar se miraron (esa mirada no me gustó para nada pues era claro que ocultaban algo grave) y luego nos detuvieron. Intentaron calmarnos señalándonos que la doctora hablaría luego con nosotros. Nos ofrecieron un café (como si pensaran que con eso nos mantendría tranquilos), obviamente lo rechazamos.
II
Fueron minutos interminables hasta que apareció la doctora y nos explicó, en parte, lo que había sucedido:
“No sé. Algo extraño pasó cuando le empezamos a realizar el drenaje; se descompensó, se hinchó y tuvo problemas al respirar así que lo alcanzamos a entubar”
- Pero cómo no van a saber que pasó – dije
- Estamos realizándole exámenes para saber la causa de la descompensación; tienen que estar tranquilos
- Quiero verlo, no voy a estar tranquila hasta verlo – exclamó mi esposa.
- Voy a dejar que vean a su hijo, pero entiendan que está todo hinchado. Espérenme aquí, yo les aviso.
Seguían los minutos, la desesperación y las interrogantes aumentaban ¿Y si ocultaban algo? ¿Se habrán equivocado en el procedimiento? ¿Tendrá responsabilidad el hospital en lo que pasó? ¿Cómo estará mi hijo? Mientras tanto, las paramédicos seguían ofreciéndonos café.
De pronto, aparece la doctora.
- Pueden pasar
Con mi señora corrimos desesperados y al ver a Francisco, la vida nos dio una tremenda cachetada. Hace pocas horas estábamos conversando con él. Hace pocas horas le había prometido llevarlo al Mac Donald, Hace pocas horas, aún cuando nos pedía que no, le habíamos sujetado sus manos para que los doctores lo clavaran. Ahora, estaba inmóvil, conectado a un respirador; estaba totalmente hinchado, morado. Sus ojos, sus labios, su rostro eran irreconocible y no entendíamos por qué…
Quedamos destruídos y pensamos en nuestros padres y en nuestras familias, no nos gustaría que lo vieran así. Decidimos evitar, lo máximo posible, que ellos vivieran ese mismo “shock” que acabábamos de vivir. No obstante, una vez que salimos de esa sala fuimos muy claros en contarles todo a mis suegros.
Luego de esa escena se iniciaría la noche más larga que he vivido, marcada por noticias cada vez más desalentadoras. En una sala nos encontrábamos los cuatro. Envidiaba a mi esposa por tener a sus padres con ella. Por estar mi familia en Melipilla, mi madre no podía estar conmigo (cuanto necesitaba su brazo). Conversamos bastante, pero le ocultaba gran parte de la información. No podía decirle la verdad por teléfono. Aún así, me informó que viajaría en la mañana.
La noche seguía transcurriendo lentamente. A pesar de toda la construcción de la clínica Indisa, sentía que era una noche muy fría. Finalmente terminamos aceptando el café. Varias veces ingresamos a ver a francisco. Además, en varias oportunidades nos quebramos; en un momento, agobiado por la angustia, salí y mi señora quedó sola con él. En ese instante mi suegro aprovechó para ingresar. Una enfermera preguntó a mi señora si podía hacerlo. Ella lo miró, no podía negarse, ya estaba ahí. Luego de varios minutos lo veo salir, venía destrozado. Nunca lo había visto así. Mi suegra lo abrazó y se quedó largos minutos con él.
III
Por fin ya es de día, mi teléfono está casi descargado. Coordiné con Claudio, el esposo de mi cuñada para que me trajera un cargador de batería. Realicé varias llamadas, incluso le pedí a Ángela, una compañera y amiga, que avisara en mi trabajo.
No recuerdo muy bien quienes estaban esa mañana con nosotros. Sin embargo, sí recuerdo cuando mi madre me informa que se encontraba en el Metro Pedro de Valdivia. Le pedí a mi suegro que me acompañara para ir a buscarla. Creo que ambos necesitábamos tomar un poco de aire.
Nos costó encontrarla, venía además con mi tía. Me acerqué, la abracé y no me quería despegar de ella. Ese eterno abrazo seguramente la desconcertó, después lo entendería. Luego le conté todo lo vivido; le narré cada uno de los momentos que habíamos sufrido esa noche. Mi suegro me ayudaba y confirmaba todo mi relato. Finalmente rematé indicándole: “Mamá, Francisco está grave”
Llegamos los cuatro al sexto piso de la Clínica Indisa. Noté que en la sala había mucha gente, muchos familiares de mi esposa. Al llegar, todos saludaban a mi madre. Mientras tanto, mi vista buscaba a mi esposa. La encontré saliendo del pasillo. Me acerqué, venía extraña, con ojos llorosos. Me preocupé, pensé que era la angustia natural por lo que estamos viviendo. Me situé frente a ella; no la abracé, no me abrazó. Sólo me miró a los ojos, y entre lágrimas me dijo: Cáncer, Luis, Francisco tiene cáncer…
Tweet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario