Camino por los pasillos del liceo, sí, aquel en donde realizo mi trabajo. Todo es recuerdo.
Observo el patio y me parece volver a ver el escenario con consagrados humoristas reunidos en tu nombre;
esa tarde fatídica, esa noche extraña. Ese día en que entrabas a la UCI, en donde con vida no saldrías. Esa noche en que el invierno se dejó caer con fuerza y arrojó con baldes toda el agua que podía. Sólo se calmó al terminar el espectáculo. Alguien me indicó que parecía como si estuviera viviendo una película. Todo era extraño.
Observo nuevamente el patio, la salida del metro, las calles de Puente Alto. No está el lienzo hijo, no está.
Las misas, los rezos, las lecturas, las interpretaciones, los cantos religiosos. Aquellas en que volqué toda mi fe; aquellas a las cuales me aferré y me producían paz, descanso, esperanza, apoyo. Ahora se han transformado en una tortura. Me gustaría volver a tenerla, me gustaría volver a interpretar con fuerza "María Mírame", "Pescador de Hombres", canciones religiosas que tarareaba aquellos días en que vencías a la muerte.
Me gustaría volver a pararme frente a los alumnos, frente a la comunidad, frente a todos y realizar cátedra de la fe y no escuchar aquellos rezos que me parecen mecánicos. Sin embargo, no puedo; aunque quiera no puedo. Pienso que seguramente muchos entenderían la importancia de la oración si tan sólo hubieran sido testigo de como aferrabas tu rosario a tu pecho, cerrabas los ojos y rezabas.
Los pastos de la "Protectora de la Infancia" ¿Te acuerdas hijo como corrías? ¿Te acuerdas de aquellos columpios o de aquel letrero de la Plaza de la amistad que te gustaba escalar?
Soñaba, hijo, soñaba con llevarte al liceo. Que aparecieras de sorpresa en el acto matinal y de la mano nos paráramos frente a todos y lanzáramos frases de gratitud por todo lo que hicieron por nosotros.
Ya no te nombran, Francisco, aunque todos te recuerdan. Intentan protegerme, para que no me sienta mal. No saben que tras la sonrisa, las clases llenas de energía, mis ideas, mi presencia; estas tú, está Matilda, Paulina, Camila, nuestra historia. y que a cada segundo, aunque no lo crean, pienso en ti. Lo que hemos vivido ha sido un ejemplo para muchas personas, dicho ejemplo no puede desaparecer. Ni se imaginan el sufrimiento que llevo, ni se imaginan el esfuerzo y desgaste que produce cruzar el umbral entre Luis Zúñiga y el profe Luis.
El metro es recuerdo, la casa es recuerdo, la pieza, tus cosas, juguetes, canciones, películas, ropa, juegos, fechas, lugares, situaciones, comidas, bebidas, recuerdos, recuerdos y más recuerdos.
En pocos minutos más juega la selección y aunque ambos éramos de equipos de fútbol distinto, ese día me encantaba cuando te ponías la camiseta roja, tu gorrito y veíamos juntos el partido ¿Te acuerdas cuando tiraba un pequeño trozo de carne a la parrilla y tú te encargabas de invitarlos a todos? Te gustaba la familia unida, te encantaba que te vinieran a visitar y que todos riéramos y lanzáramos un grito de gol.
En estos momentos estoy solo en casa, me he desahogado bastante; he tomado tu camiseta y tu gorrito y con lágrimas silenciosas las he puesto en tu foto. Te imagino aquí sentado al lado mío y observándote en el computador y a pesar de tu corta edad, tus deditos parecían bailar en el teclado.
Recuerdo las canciones y como jugaba reclamando porque tu madre, hermana y especialmente tú me hacían bulling. Te acuerdas de los "Yakys", del "buenas noches papá"; del Te amo mucho hijo y "yo también" me respondías; de los besos al aire; del bajarte y subirte por las escaleras en mis brazos, de tus reclamos porque siempre compraba Coca Cola. Te acuerdas cuando me defendía e inventaba canciones y tú, te reías de este viejo, guatón y pelado.
Todo Fran, todo se ha transformado en recuerdos y más recuerdos. Sin embargo, ya no quiero más, quiero mi antigua realidad, quiero nuestras vidas aunque humilde, esforzada, pero felices. Te quiero aquí hijo como también quiero a Matilda. Los quiero aquí, aquí junto a mí...
Te ama
Luis Zúñiga Soto
Tu orgulloso padre
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